Diana Bellessi
Cuatro poemas de Diana Bellessi
He
construido un jardín...
He construido un
jardín como quien hace
los gestos correctos
en el lugar errado.
Errado, no de error,
sino de lugar otro,
como hablar con el
reflejo del espejo
y no con quien se
mira en él.
He construido un
jardín para dialogar
allí, codo a codo en
la belleza, con la siempre
muda pero activa
muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje
repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos
orillas, no hay nada, más
que los gestos
precisos
dejarse ir para
cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que
pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto
y distanciado castellano.
Lo que pierdes,
mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la
orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede
desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo
el escalpelo del horror
provista de
herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo
digerible al ojo el terror
si la belleza lo
sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos
precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente
al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es
dejarse tener por él y su
eterno movimiento de
partida. Flores, semillas y
plantas mueren para
siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos,
en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para
verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de
su caída anuncia
en el macizo fulgor
de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto
cuando muere, mientras
la especie que lo
contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su
jardinera verlo morir.
Demanda su mano que
recorte y modifique
la tierra desnuda,
dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada.
El jardín mata
y pide ser muerto
para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en
el lugar errado,
disuelve la ecuación,
descubre páramo.
Amor reclamado en
diferencia como
cielo azul oscuro
contra la pena. Gota
regia de la tormenta
en cuyo abrazo llegas
a la orilla más
lejana. I wish you
were here amor, pero
sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste
mi corazón de tu cantero.
Ekstasis
Moverme en lo abierto
como lo hace el cazador
bañar y silbar como el viento
en lo abierto
como la roca en el torrente y la piedra
en el granizo y el mosquito
con sus ojos abiertos
solamente a ello y nada más
en lo abierto
de una forma impensada
sin ver
ya nada, ya nada
Moverme en lo abierto
como lo hace el cazador
bañar y silbar como el viento
en lo abierto
como la roca en el torrente y la piedra
en el granizo y el mosquito
con sus ojos abiertos
solamente a ello y nada más
en lo abierto
de una forma impensada
sin ver
ya nada, ya nada
Son los gingo…
Son los gingo bilova
árboles muy antiguos
descubiertos en la China
a fines del último siglo
Fósiles los llaman
porque vienen de un tiempo
donde todo se ha perdido
¿Perdido? En el denso corazón
de la tierra duermen
marcas de las formas idas
Diseños impresos en las rocas
y rica la materia
orgánica donde duerme,
se disuelve lo que ha vivido
Los gingo, les decía
son árboles gigantes
que crecen lentos y coronan
de bellas hojas
vueltas de oro cuando al otoño
entran. Arbol de los mil escudos
le llamaron. Una raíz
pivotante entrando casi
al centro de la tierra
y el aspecto, de bebé, simple
como la frágil envergadura de un poroto
El gingo se multiplica en dos:
macho y hembra. Sólo la hembra
en su diadema de flores
genera frutos. Redondos y pequeños
un tinte anaranjado
e intenso
olor tienen los frutos. Su pepita adentro
acorazando, la semilla capaz
de atravesar las edades
Usted puede verlos:
hay dos especímenes
adultos en el Jardín
Botánico de Buenos Aires
Cuando declina el verano
la pulpa de los frutos amarillea
y después, caen sobre la tierra despidiendo
su olor intenso
Los gingos son ahora
reclamados por los dueños
de los parques, mas no la hembra
Sólo machos inoloros se demandan
Así, los viveros injertan una vara
macho
sobre todo bebé. Ingeniería
genética. Excluida la hembra al fin:
¿un fósil se hará de un árbol?
Robin
Hood
¿Lleva cerrojo la
boca del sueño?
Seguir es fatigoso,
voluntad
vuelta deseo no es lo
mismo, creo,
que el aire
incandescente donde ver
vuelve al deseo
anhelo, compromiso
solamente de no caer,
grosera
gravedad del
pensamiento que empuja
a tierra la manzana,
¿la ves allí?,
en la punta de su
rama, cintila
la sustancia plena y
modelada
en su peso justo
orlada del brillo
que le da la
pertenencia. Decir:
copa del manzano,
brazos donde ir
sin transición del
sueño a la página,
abolida intemperie de
la imagen
que reclama, siempre,
una coherencia
como precio del
peaje, soñar
en vigilia es tejer
el hilo roto,
ver la boca del
hambre, el mordisco,
la manzana y
trasladar el abrazo
a nuestro brazos,
compromiso en
despertar temprano.
Pertenencia
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