Luis Bagué Quílez

















Luis Bagué Quílez (Palafrugell, Girona, 1978) es doctor en Filología Hispánica. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas Telón de sombras (2002), Un jardín olvidado(2007) y Página en construcción (2011), por los que ha obtenido el Premio “Ojo Crítico” de Radio Nacional de España, el Premio “Antonio Carvajal”, el Premio “Hiperión” y el Premio “Fundación Unicaja”.

En colaboración con Joaquín Juan Penalva, ha escrito el libro de poemas cinéfilos Babilonia, mon amour (2005, accésit del Premio “Dionisia García”) y el cuaderno Día del espectador(2009). También es autor de los ensayos La poesía de Víctor Botas (2004) y Poesía en pie de paz. Modos del compromiso hacia el tercer milenio (2006, Premio Internacional de Investigación Literaria “Gerardo Diego”). Ha preparado ediciones de la obra de Ricardo E. Molinari (2003), Julio Herrera y Reissig (2005), Humberto Díaz-Casanueva (2006) y Ramón López Velarde (2010), las dos últimas en colaboración con Joaquín Juan Penalva. Ha editado antologías de la obra poética de Víctor Botas (Historias con historia, 2009) y de la obra crítica de Carlos Marzal (Los otros de uno mismo, 2009), así como la poesía completa de José Antonio Gabriel y Galán (Último naipe, 2010). Ha coordinado la antología Quien lo probó lo sabe. 36 poetas para el tercer milenio (2012) y el volumen Un espejo en el camino. Formas discursivas y representaciones estéticas para el siglo XXI (2012). Codirige la revista de poesíaEx Libris y colabora en el suplemento “Babelia” del diario El País.

En la ciudad blanca

La ciudad de los grandes miradores,
donde la luz enferma
de fuego los paisajes, los tejados
ardientes de la alfama,
los tranvías amarillos que siempre desembocan
en el mar
o en a espuma deprimida de los sueños.
La ciudad blanca
se van volviendo gris
con el compás monótono
de los días de invierno
y las luces eléctricas que incendian
las ramas decoradas
del árbol de neón que nos vigila.
La ciudad es la llave
que abre el cofre secreto de otro siglo
donde las calles guardan nuestro nombre
y el rumor del océano
convoca la nostalgia de lejanos imperios.
La ciudad -los lluviosos rincones
que esconde el Bairro Alto
bajo el paraguas de la aurora-
extiende su tibieza
al bullicio de tontas avenidas
con aroma de especias y jardines
y la sombra de antiguos terremotos.
La ciudad que se aleja
ya no nos reconoce.
Su voz serán restos de aquel fado
entre cuyos acordes se ocultaba
un amargo sabor a despedida
y la vana promesa del regreso.

















Biblioteca personal

     A Joaquín Juan Penalva

Solapas clausuradas por derribo,
libros en doble fila
que persiguen un territorio propio
donde exhibir su nombre
–acaso su verdad–,
volúmenes recién encuadernados,
heridos por un óxido invisible
que erosiona la nieve de sus páginas
con un rencor antiguo
tras el fuego tenaz de la derrota,
inevitables clásicos modernos,
aventuras de Verne y Salgari
que surcaron la fiebre y la vigilia,
catálogos que duermen
en las manos abiertas del desprecio,
traducciones baratas,
fragmentos en versión original.
Nos observan en un raro silencio
desde la esclavitud de su dominio:
son la isla remota
donde mueren los sueños
que arrastra la marea después de los naufragios,
la deriva final donde despierta
quien ha leído ya todos los libros.

 In  Un jardín olvidado. Madrid: Hiperión, 2007.

Variación sobre un tema de Poe

            Hace muchos, muchos años,
            en un reino junto al mar…
                            RADIO FUTURA

Cuando ya no hay castillos
ni nombres en la arena,
cuando el agua ha borrado las palabras
y las gaviotas vagan por un cielo
vacío de milagros,
como una cinta gris y transparente,
vuelves a mencionar la misma sombra.
Quizá en ese momento
recitarás de nuevo las palabras de Poe
sobre alguna muchacha
perdida entre las ruinas de la literatura.
Aunque puede que finjas
que olvidaste la historia y su canción,
que no sabes de lápidas románticas,
del aroma febril de las magnolias,
de unos labios tan fríos
como el mármol de aquellos veladores
donde dejas la copa
en que apuras la vida en lentos sorbos.
Luego descubrirás
que no hay ningún misterio en el dolor,
ni es más bello el poema
que la playa en septiembre,
sin testigos que sepan que ahora mismo,
bajo la débil luz
que filtran tantas nubes,
has vencido a los mitos de la infancia.
Annabel Lee no existe.
Un cuervo está graznando Nevermore.


In  Un jardín olvidado. Madrid: Hiperión, 2007.

La vida te hará trizas

When routine bites hard
And ambitions are low
             Joy Division

La vida te hará trizas,
pasará sobre ti como un tornado,
te marcará la frente con la espuela
de plata de los años,
y con la soga al cuello
acabarás bailando,
ante cualquier espejo,
la danza ritual de los ahorcados,
porque el futuro suele
tener cambiado
                       el paso.

Hazme caso, resuelve tus asuntos.
Hazme caso, muchacho.
La vida te hará trizas,
como lo hizo con tantos.
Y a los viejos errores
acabarás llamándolos
                                pasado.

In Página en construcción, Madrid, Visor, 2011.


El síndrome de Casandra

Puedes llamarme
La Hechicera, Casandra, Zona 0.
Elijo los presagios.
                              Tacho
la opción menos propicia.
El hilo de la historia
o el tapiz de la fábula. Espejo
o espejismo. Memoria o argumento.

Me devano los versos, el destino,
velo para que todo
lo que tiene comienzo tenga fin,
una finalidad o un desenlace,
punto y aparte, puntos                                                                                                                        suspensivos…
Pero no hay nada nuevo bajo el cielo.
No existe la visión.
Existe lo que ves, lo que contemplo.

Sé quién soy
porque nunca
regresaré al hogar de las ficciones.
No cabe duda: corren
malos tiempos para la épica.

In Página en construcción, Madrid, Visor, 2011.


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